Era el año 1996, concretamente el día de mi cumpleaños, cuando mis
padres me dieron la noticia.
-Cariño, verás, como sabes la empresa de tu padre ha sido trasladada a
Inglaterra y, aunque en un principio íbamos a quedarnos aquí, en España, a tu
padre le han ofrecido un puesto mucho mejor en Londres- Intentó explicarme mi
madre.
-¿Quieres decir que nos vamos a mudar?
-Sí, cariño, la semana que viene…
La verdad es que no me importaba mucho irme de España, apenas tenía
amigos, <<¿Quién me iba a echar de menos?>> pensaba. Además, el
idioma no era un problema para mí ya que mis abuelos eran británicos y mi padre
me hablaba en inglés desde que nací.
Estaba contento, quería irme, comenzar de nuevo, una nueva
oportunidad, de cambiar, de hacer nuevos amigos, de olvidar a todos los que en
España se burlaban de mí. Y lo cierto es que mi vida cambió, pero no como yo me
esperaba.
Desde el momento en que llegué a Londres me encantó la ciudad, siempre
tan lluviosa y nublada, y el barrio donde vivíamos era precioso, rodeado de
bosques y jardines, a las afueras de la ciudad.
Recuerdo perfectamente el
primer día de colegio, tuve que presentarme delante de toda la clase, y
estaba tan nervioso que apenas pude pronunciar bien mi nombre.
-Siéntate al fondo, Andy, al lado de Michael- Me indicó la profesora.
Y así hice, fui a sentarme al lado de aquel chico, que vestía con un jersey a
cuadros y una pajarita.
“Te tocó al lado del pringado”, o “Los raritos al fondo”, fueron
algunos de los comentarios que oí, entre risas, mientras me dirigía a mi
asiento.
-Hola- Le dije al sentarme a mi nuevo compañero.
- Hola… ¿Andy?- Por fin el pobre chico del cual parecía que se
burlaban me miró a la cara. Tenía una mirada dulce e inocente, y su sonrisa…
esa sonrisa.
- Sí, me llamo Andy. Y tú eras… ¿Michael?
-Mica, por favor, nunca me gustó que me dijeran Michael.
Después de esa conversación, no volvimos a hablar en todo el día…
bueno, ni en toda la semana. Mis compañeros no parecían interesados en
conocerme, y yo con lo tímido que era tampoco fui capaz de acercarme a hablar
con ellos. Así que me pasaba los recreos solo, sentado en una esquina del
patio. Lo curioso era que Mica se sentaba en frente de mí, solo también, pero
ninguno era capaz de acercarse a hablar con el otro, aunque ganas no me
faltaban. Al menos había sido el único chico que se había dignado a
presentarse, ya que los demás simplemente me hacían el vacío.
Mica y yo, no empezamos a hablar hasta aquel día. Habían pasado dos
semanas desde llegué, todo seguía igual, otro día más que pasé solo en el
colegio. Pero ese día fue diferente, a la salida, había un grupo de unos diez
chicos, pude reconocer a algunos de mi clase, aunque lo que me sorprendió, es
que empezaron a perseguirme.
-¡Eh! ¡Eh!- Empezó a llamarme uno de los chicos. Yo hice caso omiso y
empecé a andar más rápido.
-Sí, tu, Andy. No nos ignores, que es a ti.- Seguí sin darme la
vuelta. Pero de repente alguien me cogió del hombro y de un empujón me dio la
vuelta. Cuando quise darme cuenta, todos los chicos me habían rodeado.
Y empezaron a reírse, recibí algún que otro empujón, y los insultos no
faltaban. Estaba muy asustado, eran 10 contra mí, yo no podía hacer nada. Solo
pedir que me dejaran.
-Dejadme ir… por favor.- Les pedí. Pero ellos no me hacían caso, y más
se reían.
-¿Tienes miedo, friki?- Uno de ellos se acercó más a mí.
-No…- mentí.
-¿No? ¿Seguro? Jajaja. Ya, claro- Y en ese momento, el chico ese me
dio un fuerte puñetazo en el ojo, y yo caí de rodillas al suelo. Me sentía
mareado, e incapaz de levantarme. Los demás chicos, aprovecharon que estaba en
el suelo para darme patadas.
-¡Dejadle en paz!- Dijo alguien, gritando muy enfadado, ¿Quién era? ¿Y
por qué me defendía?
-Vaya, pero si es el otro friki, ¿Qué pasa? ¿Qué ahora sois amigos?
-¡Os he dicho que le dejéis en paz!- ¿Era Mica?
-¡¿Y por qué tendríamos que hacerte caso?! ¿Quieres que te peguemos a
ti también?
Pero no dio tiempo a que los macarras esos le pegaran a nadie más,
porque Mica me cogió de la mano -¡Corre!- me dijo. Y los dos, cogidos de la
mano corrimos lo más que pudimos, tratando de despistarlos.
Finalmente acabamos escondidos debajo de un puente.
-Creo que ya le hemos
despistado- dijo Mica- ¿Estás bien? Tienes el ojo morado.
-Sí, me duele un poco, pero estoy bien… ¿Por qué has venido a
ayudarme? Si no me conoces de nada…
-Por qué sé lo que es que te peguen y no poder defenderte, es lo que
llevo sufriendo yo más de un año.
-Vaya, ¿En serio?- Me dio muchísima pena, no se lo merecía.
-Sí, pero bah, son unos idiotas, cuando yo sea una estrella del pop
millonaria se arrepentirán de hacerme esto- Ambos comenzamos a reírnos, con lo
tímido que parecía resultó ser bastante gracioso.
Y desde ese día, comenzamos a sentarnos juntos en los recreos. Era el
primer amigo de verdad que tenía, y pese a que era un poco raro, eso me
encantaba de él.
Recuerdo la primera vez que me invitó a su casa a comer. Era un jaleo,
tenía cuatro hermanos y dos de ellos pequeños, su madre estaba encantada
conmigo- ¡Por fin mi hijo tiene un amigo!- me dijo cuando llegué. Cuando vi su
habitación, me quedé impactado, porque con todo lo tímido que parecía, incluso
que seguía siendo conmigo, su cuarto estaba lleno de dibujos, de pequeños
monstruitos, parecía que me había transportado al mundo piruleta, lleno de
colores. Y además, al fondo de su habitación había un piano, que se encontraba
prácticamente enterrado en papeles.
-¡Wow!- fue lo primero que dije.
-Perdón por el desorden, es que soy un desastre.
-Todos estos dibujos… ¿Los has hecho tú?
-Sí, bueno, a nadie les gusta, pero… no se dibujar otra cosa.
-¿A nadie? ¡Pues a mí me encantan! Son tan… coloridos.- Cuando dije
eso su cara se iluminó de alegría, parecía muy sorprendido.
-Y vaya, ¿Tocas el piano?
El asintió, mientras se sentaba.
-¡Si es que no me has contado nada de ti!
-Ya… Es que, nunca había tenido un amigo, y pensé que si te contaba
mis raras aficiones, dejarías de juntarte conmigo…
-¿De verdad crees que habría hecho eso?- El agachó la cabeza, como
hacía cada vez que algo le daba vergüenza.
-Va, tócame algo…- Dije señalando el piano.
-¿Quieres? Es que no lo toco muy bien…
No dije nada, simplemente le miré con cara de “O tocas o tocas”.
Y así hizo, empezó a tocar el piano, apasionadamente, y su mirada se
llenó de felicidad, como nunca le había visto. Se le veía tan bello tocando el
piano, me quedé prendado mirándolo, y escuchado aquella bella melodía que no
había oído antes. Empecé a sentir algo en mi estómago y en mi pecho, y me puse
muy nervioso, creo que incluso colorado, ¿Qué me pasaba? ¿Qué estaba sintiendo
por aquel chico? Por un momento algo se me pasó por mi mente, algo que nunca
había sentido, pero que rápidamente intenté olvidar. Estaba aturdido.
-¿Qué te parece?- Me preguntó Mica al parar de tocar.
-Ge… genial. Ma… magnífico. No lo había oído antes- ¿Por qué estaba
nervioso? Se iba a pensar que soy idiota.
-Claro, porque lo he compuesto yo.
-Vaya, ¿De verdad? Madre mía, eres fantástico.- ¿Qué acababa de decir?
¿Cómo le había dicho eso? Él se puso muy colorado, y volvió a agachar la
cabeza.
-Mu… muchas gracias.- Me dijo- La verdad es que también compongo
canciones. Cuando… cuando haya terminado una que tengo en mente te la
enseñaré.- <<¿Cómo podía ser tan mono?>> Pensé, <<No, Andy,
¿Qué haces? ¿Cómo puedes pensar así de tu amigo?>> Intenté contradecirme.
-Oye… Me voy a ir ya…- Acabé diciéndole.
-¿Ya? ¿Tan pronto? ¿Te pasa algo?
-No… Es que simplemente… No me encuentro bien.- Y así fue como salí
huyendo de su casa atemorizado por los sentimientos que se me acababan de
despertar.
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