Tras descubrir de qué conocía a Mika, no fui capaz de decirle quien
era yo, definitivamente no estaba preparado, simplemente me limité a despedirme
de él cordialmente. Eran demasiados los recuerdos que inundaban mi mente.
Recuerdos que tenía escondidos en lo más profundo de mis pensamientos, y que
ahora habían vuelto.
Pasé el resto de la semana tratando de olvidar lo sucedido, de volver
a esconder esos recuerdos, pero no podía. Tenía que enfrentarme a ellos.
Ya mi madre me dijo que cuando estuviera en Londres fuera a visitar
nuestra antigua casa; hasta ese día no se me había pasado por la cabeza, pero
ahora, necesitaba ir.
Y así hice, volver a mi antiguo barrio, a las afueras de Londres. Todo
era muy diferente: edificios grandes, pequeños, muchísimas más casas, más
tiendas. Lo que antes era bosque, ahora eran barrios. Me quedé bastante
impactado a ver todo lo que había cambiado la zona. Pero había algo que no
había cambiado tanto: mi calle. Seguía siendo de pequeñas y antiguas casas matas,
y la que era mi casa, estaba vacía, abandonada. Las lágrimas empezaron a caer
por mi rostro, cada vez eran más los recuerdos que se venían a mi cabeza.
Decidí entrar en la casa, que estaba sin muebles, sucia y muy vieja.
Al final, sin saber dónde ir, me senté en las escaleras, necesitaba
pensar, poner todos mis recuerdos en orden. Quizás eso ayudara a aclararme las
ideas.
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